lunes, 25 de julio de 2011

Tierra de España y el falso hispanista John Cross



Una cosa me lleva a otra. Interrogatorios, de Dashiell Hammett me conduce a The Spanish Earth. Se abre el libro con un prólogo de los editores principiado así: Hagamos que esta historia comience el 8 de julio de 1937. En la Casa Blanca. El cineasta Joris Ivens y el escritor Ernest Hemingway, que acaban de realizar conjuntamente la película The Spanish Earth, están invitados a cenar esa noche con el presidente Roosevelt y su señora. Tras los postres y acompañados por las primeras copas y los habanos, los cuatro asisten a un pase privado del filme, que aborda con una lucidez y belleza singulares el conflicto de la Guerra Civil Española y la lucha republicana por la democracia. Efectivamente, quedaos con lo anterior. Plagiamos un poquito e insistimos, sí, The Spanish Earth, Tierra de España, es una película que aborda con una lucidez y belleza singular el conflicto de la Guerra Civil. Era necesario repetirlo. Es lo más importante de la entrada y lo que os llevará a ver el documental... Lo demás es literatura, autoficción en suma.

Viendo esta película, que desconocía a pesar de todo, me he pensado como un joven hispanista. Una vez más, he sentido el extrañamiento que me provocan las imágenes de los frentes. Recuerdo a un joven de apenas quince años que entra en una librería para gastarse todos sus ahorros en una cara edición de El laberinto español. Recuerdo a un joven de dieciséis años que recorre las laderas del Cerro del Cabezo buscando las marcas del asedio. Recuerdo a un joven de poco más de veinte años buscando los posos de la memoria de los muertos al otro lado del charco, en México lindo, ese corajudo país que no nos quiso dejar solos, y que pagó por ello. Claro que sí. Recuerdo a ese joven y pienso que podría haberse llamado, por ejemplo, John Cross, y ser de Glaswog. Y entonces, como no, después de ver esta película, me lo imagino rastreando los restos todavía existentes de la Batalla de la Ciudad Universitaria, los edificios que defendieron las Brigadas Internacionales y aquellos cuyo suelo protegieron los milicianos anarquistas desplazados desde Aragón.

Facultad de Filosofía durante la Batalla de la Ciudad Universitaria

Hace 75 años ya de esa batalla y del resto de batallas reflejadas en el documental de Ivens, pero el hispanista, sabedor del peso de la memoria en la construcción de la identidad, se sigue emocionando cuando, de nuevo una vez más, ve la imagen de los milianos avanzando, sus figuras recortadas contra el sol, y piensa -ya no como ese falso hispanista del que hablo sino como el joven que cree ser- en la madre de todas las derrotas, aquella certificada por Franco el 1 de abril de 1939. Una derrota que atraviesa como una espina medular la construcción identitaria, consciente e inconsciente, de varias generaciones de hombres y mujeres de izquierdas, traicionados por los suyos muchas veces, que al día de hoy siguen exigiendo una tierra nueva, un hogar al refugio de las bestias, libre de barbarie. Hombres y mujeres, ya digo, hechos de la pasta de los que yacen todavía sepultados en las fosas. Hombres y mujeres, jóvenes y viejos, de pie sobre la tierra. Echados a la vida a pelear con la certeza de que serán derrotados, y a pesar de todo, caminan sin temor y son justos, y felices.

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