miércoles, 31 de julio de 2013

Fanzines y movidas

De vuelta al fanzine. Maqueto un documento, repaso intereses, anotaciones que se hicieron al margen de libros nunca olvidados... Hay sitio, me digo. Vuelta a empezar. Hace años, cuando perdíamos el tiempo en la Universidad de Jaén, montamos un fanzine temático (solo literatura). Se llamaba Poetica Seminarii. Era una mierda de nombre, esa es la verdad, pero tenía su historia: la nuestra. Participaba un montón de gente. Algunos publicamos en él nuestros primeros relatos. Otros, tal vez los menos, ya no volvieron a escribir más. La mayoría seguimos haciendo algo, con más o menos acierto, eso sí, pero con la curiosidad intacta. Esa fue nuestra única victoria: no morir de aburrimiento.

No voy a hablar del origen del fanzine, de cuáles son sus características básicas. Todos lo sabéis. En España, prácticamente todo lo que hay publicado sobre el tema nos remite al rollo de la movida madrileña. No se puede negar que aquellos fueron años donde la creatividad popular, la creación colectiva, explotó en las calles. Proliferaron como churros los fanzines y las revistas baratas. Se escribía de casi todo y el mundo editorial no permaneció al margen. Se leía. Se leía mucho. Los puestos de libros tomaron las plazas. Las editoriales, casi todas con alguna colección de carácter político, empezaron a multiplicarse como por arte de magia. Sin embargo, algunos tenemos la sensación de que se ha abusado con cierta ligereza del adjetivo contracultural a la hora de referirse a la Movida; sobre todo si tenemos en cuenta que el término del que deriva el adjetivo anterior, contracultura, se acuña a partir de la lectura de buena parte de la producción teórica de Antonio Gramsci.

En cierto sentido, el fanzine, entendido como herramienta de expresión popular, tiene un origen muy determinado. Fue producido por sectores de la población que en los años 70 y 80 carecían de otros medios para hacerse oír, pero no debemos olvidar que el acceso a esos medios les era negado, fundamentalmente, por el mensaje que querían transmitir. Así, algunas voces críticas, que aportan reflexividad a los estudios apologéticos del boom contracultural vivido en España a finales de los años 70, apuntan, no sin cierta razón, que solo una fracción de ese vasto movimiento, si entendemos por tal a la movida madrileña, aspiraba a cuestionar la hegemonía cultural que venía dada por el aparato ideológico de un régimen, el capitalista, que, lejos de hallarse en descomposición, se estaba reformulando en base a la constitución de un nuevo pacto político, soporte de los mismos privilegios, en el que habrían de integrarse sectores de la oposición democrática; algunos de los cuales, no lo olvidemos, estaban detrás de muchos de aquellos fanzines, revistas y libelos.

Al cabo, el tiempo ha dado la razón a los miembros del MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), que expropiaban bancos mientras repartían tiras de comics donde advertían de que poco iba a cambiar tras la muerte de Franco, de que nada se podría transformar realmente mientras con una mano se quisiera reescribir la historia y, con la otra, se buscara el apretón de manos que garantizase un reluciente sillón de mando. 

Que cada uno saque sus propias conclusiones.

sábado, 6 de julio de 2013

Madridgrado

Me dice mi amigo Alfonso, de Cultura y anarquismo, que tr(a)nshistoria siempre sale perdiendo, porque es el blog que actualizo menos, y con diferencia. Eso es verdad. Vamos a ello.

Hoy hablamos de libros viejos. Uno de los sitios por los que me solía pasar semanalmente para echarle un vistazo era La biblioteca fantasma, un blog sobre libros viejos que cerró en 2012. Llegué allí buscando información sobre el Grupo DAS. De hecho, esta entrada fue la primera que leí en él. El Grupo DAS fue un colectivo de anarcosindicalistas alemanes que, escapando de la persecución política desatada en Alemania por los nazis, acabaron llegando a España para, en plena Guerra Civil, investigar los intereses del Partido Nazi en Cataluña a través del estudio sistemático de la documentación hallada en el consulado alemán de Barcelona (abandonado durante el alzamiento). La historia de este grupo, comprometido al cien por cien con la Revolución Social, es triste, pero también muy interesante. La mayoría de sus miembros fueron detenidos durante los llamados Sucesos de Mayo (1937) y trasladados a una checa comunista situada en Barcelona. De allí pasaron a la prisión de Santa Úrsula, en Valencia, donde murieron asesinados. Algún día escribiremos mucho más sobre ello. El caso es que fue allí, justo en ese blog, donde leí que existía un libro llamado Madridgrado, escrito por Francisco Camba, hermano menor del famoso periodista Julio Camba, uno de esos personajes que durante su juventud militaron en el movimiento libertario y acabaron sus días a la sombra del paraguas falangista.

El libro, que al fin he podido conseguir a través de una magnífica librería de viejo, es una crónica en primera persona del Madrid asedidado durante la Guerra Civil. La novela, cuya calidad literaria queda muy lejos de, por ejemplo, el Madrid, de corte a checa, de Agustín de Foxa, pretende ser una crónica de los "excesos de la revolución roja" y se convierte finalmente en un panegírico del movimiento nacional. No obstante, el libro, leído a contrapelo, resulta interesante para conocer de primera mano las visiones franquistas del anarquismo. En ese sentido, y si queréis ampliar, os recomiendo que le echéis un vistazo a dos artículos más que interesantes. El primero es A tiro limpio: el anarquismo visto por el cine del franquismo, y el segundo La colección Temas Españoles: La contrarrevolución española y la divulgación de la interpretación franquista de la historia de España y de la Guerra Civil. Leyéndolos nos damos cuenta de hasta qué punto la construcción social de la imagen del anarquismo en el estado español está mediatizada por el poder político, algo que va más allá de las diferencias entre regímenes políticos o partidos en el poder.

Bajo mi punto de vista, no deja de ser estimulante la lectura de este tipo de obras. Se aprende tanto de ellas como leyendo clásicos del tipo Madrid, rojo y negro, de Eduardo Guzmán. En todo caso, siempre son libros difíciles de conseguir, ya no solo por su precio, sino porque quedan muy pocos ejemplares circulando. Por eso, lo mejor es conservarlos lo mejor posible y pasarlos de mano en mano, al menos hasta que se reediten.
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