domingo, 31 de julio de 2011

Sobre los lacandones: morir antes que perder la identidad

He encontrado esta historia, la de los lacandones, en un viejo libro de antropología expurgado del fondo de la Biblioteca Provincial. El título ya lo dice todo: Los últimos primitivos, de Folco Quilici. Las negritas son mías.

"No es menos cierto, por otra parte, que el rechazo y la soledad resultan insuficientes para garantizar la supervivencia. Antes bien, el aislamiento como último refugio constituye una terrible arma de autodestrucción. Los lacandones, últimos descendientes de los mayas, viven escondidos en la impenetrable maleza de la selva centroamericana, donde los bejucos se alteran con los caobos y el chicle, donde torrentes impetuosos interrumpen todos los caminos a quienes no conocen los vados, y los senderos son resbaladizos e impenetrables. La finalidad de su existencia parece consistir en mantener vivo el recuerdo de los lejanos antepasados mayas. Rechazada la conversión, no hay misioneros junto a ellos, y persisten en su culto de los dioses de la jungla, realizan peregrinaciones a los antiguos templos semisepultados, y celebran casi cada día, en sus míseros poblados de hojas, solemnidades tradicionales que en otro tiempo festejaban de manera grandiosa. Huyendo de todo contacto, los lacandones, de carácter apacible y con el rostro prematuramente cubierto de arrugas, pagan su libertad con una existencia dura y triste, siempre luchando por obtener medios de subsistencia. El exilio en la selva ecuatorial significa aceptar la condena de la extinción, pero, por otra parte, los lacandones saben bien que la civilización de los blancos es sinónimo de dolor, opresión, muerte y engaños. Por eso ellos, como tantos otros grupos de primitivos de los bosques tropicales de Sud y Centroamérica, no quieren tener más contactos con el mundo civilizado que avanza. Parecen preferir la muerte a una existencia de compromiso".

lunes, 25 de julio de 2011

Tierra de España y el falso hispanista John Cross



Una cosa me lleva a otra. Interrogatorios, de Dashiell Hammett me conduce a The Spanish Earth. Se abre el libro con un prólogo de los editores principiado así: Hagamos que esta historia comience el 8 de julio de 1937. En la Casa Blanca. El cineasta Joris Ivens y el escritor Ernest Hemingway, que acaban de realizar conjuntamente la película The Spanish Earth, están invitados a cenar esa noche con el presidente Roosevelt y su señora. Tras los postres y acompañados por las primeras copas y los habanos, los cuatro asisten a un pase privado del filme, que aborda con una lucidez y belleza singulares el conflicto de la Guerra Civil Española y la lucha republicana por la democracia. Efectivamente, quedaos con lo anterior. Plagiamos un poquito e insistimos, sí, The Spanish Earth, Tierra de España, es una película que aborda con una lucidez y belleza singular el conflicto de la Guerra Civil. Era necesario repetirlo. Es lo más importante de la entrada y lo que os llevará a ver el documental... Lo demás es literatura, autoficción en suma.

Viendo esta película, que desconocía a pesar de todo, me he pensado como un joven hispanista. Una vez más, he sentido el extrañamiento que me provocan las imágenes de los frentes. Recuerdo a un joven de apenas quince años que entra en una librería para gastarse todos sus ahorros en una cara edición de El laberinto español. Recuerdo a un joven de dieciséis años que recorre las laderas del Cerro del Cabezo buscando las marcas del asedio. Recuerdo a un joven de poco más de veinte años buscando los posos de la memoria de los muertos al otro lado del charco, en México lindo, ese corajudo país que no nos quiso dejar solos, y que pagó por ello. Claro que sí. Recuerdo a ese joven y pienso que podría haberse llamado, por ejemplo, John Cross, y ser de Glaswog. Y entonces, como no, después de ver esta película, me lo imagino rastreando los restos todavía existentes de la Batalla de la Ciudad Universitaria, los edificios que defendieron las Brigadas Internacionales y aquellos cuyo suelo protegieron los milicianos anarquistas desplazados desde Aragón.

Facultad de Filosofía durante la Batalla de la Ciudad Universitaria

Hace 75 años ya de esa batalla y del resto de batallas reflejadas en el documental de Ivens, pero el hispanista, sabedor del peso de la memoria en la construcción de la identidad, se sigue emocionando cuando, de nuevo una vez más, ve la imagen de los milianos avanzando, sus figuras recortadas contra el sol, y piensa -ya no como ese falso hispanista del que hablo sino como el joven que cree ser- en la madre de todas las derrotas, aquella certificada por Franco el 1 de abril de 1939. Una derrota que atraviesa como una espina medular la construcción identitaria, consciente e inconsciente, de varias generaciones de hombres y mujeres de izquierdas, traicionados por los suyos muchas veces, que al día de hoy siguen exigiendo una tierra nueva, un hogar al refugio de las bestias, libre de barbarie. Hombres y mujeres, ya digo, hechos de la pasta de los que yacen todavía sepultados en las fosas. Hombres y mujeres, jóvenes y viejos, de pie sobre la tierra. Echados a la vida a pelear con la certeza de que serán derrotados, y a pesar de todo, caminan sin temor y son justos, y felices.

martes, 12 de julio de 2011

El silencio del Vaticano ante el Holocausto



Kurt Gerstein era un destacado miembro de las exclusivas fuerzas de la "SS", bajo las órdenes de Adolfo Hitler durante la Segunda Guerra mundial. Al descubrir que el gas Ziklon B, que debía emplearse para tratar el agua de los soldados, es usado para matar a miles de judíos en campos de concentración, queda horrorizado por el devastador descubrimiento y busca por todos los medios denunciar este atroz hecho ante su iglesia y el consulado sueco. Al no encontrar apoyo buscará entrevistarse con la alta jeraquía católica en el Vaticano. En su lucha por dar a conocer este terrible hecho, será apoyado únicamente por un jesuita llamado Ricardo quien desafiando todos los preceptos religiosos, insiste en dar a Kurt una oportunidad para hablar. "Amén" pone en tela de juicio la indiferencia de todos aquellos que sabían lo que estaba pasando y decidieron callarse.

-El texto viene de youtube.

jueves, 7 de julio de 2011

Qué queréis que os diga...



Ya lo sé... Llama a lo irracional, su discurso agita algo dentro, como si un gato nos arrañase las tripas. No es solo por su voz... Es por el piano de Robert Glasper y porque no somos de piedra. Claro que sí, a veces diría yo también soy negro, pero no... Now it´s the time. Otra vez, la madeja de la historia con mayúsculas rueda, una vez más, junto a nosotros por el camino una y mil veces transitado por los valientes. Claro que sí. No olvidar. No olvidar. No olvidar. La memoria como salvoconducto.

sábado, 2 de julio de 2011

Una luz dura, sin compasión


Así encabeza la exposición temporal del Reina Sofía. Una luz dura, sin compasión. El movimiento de la fotografía obrera, 1926-1939. Si tenéis la suerte, diga lo que diga El topo soviético, de vivir en Madrid, os aconsejo que os paséis un domingo tempranito por el museo, que es gratis y tampoco hay tanta gente, para echarle un ojo a esta maravilla. Os encontraréis una exposición bestial, al menos para los que os gusta tr(a)nshistoria. Un recorrido exhaustivo por el movimiento de la fotografía obrera.

Nos encontraremos con obras de Sergei Tretyakov, David Seymour, Robert Capa, Paul Strand, Tina Modotti, Walter Ballhause o Max Alper, y una serie de audiovisuales que ponen la piel de punta. Grabaciones soviéticas sobre la resistencia de Madrid ante el avance del ejército franquista, películas de propaganda estalinista, documentales sobre la lucha contra el paro obrero en los Estados Unidos posteriores al crack del 29 o sobre la firma del acuerdo constituyente del pacto del Frente Popular francés. Una pasada.

Y aprendemos, claro que aprendemos, porque la exposición también es didáctica. Por un lado, tomamos conciencia del peso de la propaganda en la lucha de los movimientos sociales izquierdistas del periodo de entreguerras y, por otro, atisbamos la evolución y variantes del movimiento de la fotografía obrera según la época o los países. También concoceremos la intrahistoria, sin duda conflictiva, de la fotografía obrera soviética, que tuvo que hacer frente a la censura estalinista (empeñada en controlar la producción fotográfica del movimiento para que solo reflejara los logros de la revolución y no sus sombras).

Lo dicho, no os la perdáis.
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