lunes, 18 de abril de 2011

Europa, ese tablero de ajedrez convertido en Monopoly


No, definitivamente no tengo ni la más remota idea de dónde saqué esta imagen. Recuerdo que era de un blog de historia militar, pero no estoy seguro. Creo que aparecía en una revista alemana del periodo de entreguerras (1919-1939), aunque tampoco puedo asegurarlo. De todas formas, me interesa hablar de ese mapa, sí, porque muestra las dimensiones de los ejércitos de las naciones europeas en un momento en el que todo podía estallar por los aires...

Efectivamente, el 1 de septiembre de 1939, apenas medio año después de que acabara la Guerra Civil, las divisiones alemanas penetraron a todo tren en Polonía. 1 de septiembre de 1939: la camarilla nazi decidió prenderle fuego al mundo. A partir de ese día los soldaditos del mapa que tenéis arriba empezaron a moverse. El muñecote francés se las comió todas, los rusos, haciendo de las suyas en el este de Polonia, recularon noqueados arrasándolo todo (táctica de tierra quemada). Los británicos se emplearon a fondo en el aire y en el mar. Los italianos, crecidos como nadie, se llevaron tantos palos como en España, donde quedaron como unos mierdas. En fin, un baile de movimientos tras el que pronto empezaron a morir miles de personas, la mayoría inocentes.

Fuego, destrucción, intolerancia, nacionalismo, muerte. Al fin y al cabo, la vieja historia de la más que vieja Europa. Pero quién iba a decir que en esta tierra de locos íbamos a vivir más de cincuenta años de paz... Yo no lo sé. Tuvieron los capitalistas y mercaderes que olvidarse de las tierras de fortuna para hacerlo posible. Hubieron de sentarse sobre la misma mesa los que siempre tuvieron la sartén por el mango para inventar la fórmula que les hiciese maximizar beneficios sin belicismos de por medio. Paz, sí, pero a costa de qué, sin duda alguna de una mutación de la guerra contra el pobre. Ahora, toda vez que el escenario soviético se ha venido abajo, las burguesías occidentales saben que no hace falta convidar a los de abajo para que no se insubordinen. Si ya no hay revolución a que aspirar, si ya no hay enemigo detrás de esa línea roja, la cosa es más fácil. El neoliberalismo, que duda cabe, se planteaba como un jugoso futurible para todos aquellos que se repartieron el pastel de acero y carbón.
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