lunes, 31 de enero de 2011

Schopenhauer, el animalista

No es un muy habitual que en los portales de contrainformación nos encontremos con artículos sobre Arthur Schopenhauer (1788-1860), un filósofo de segunda (eso es lo que dicen muchos) que ha quedado en nuestro imaginario como el padre del pesimismo moderno.

Desde luego, no voy a ser yo quien niegue la centralidad que ocupa en su obra la concepción pesimista del mundo, pero no obstante, y tomando dicha afirmación como punto de partida, me gustaría profundizar en algunas consecuencias insospechadas de sus postulados filosóficos.

La mayoría de los historiadores de la filosofía atribuyen el pesimismo exacerbado del filósofo de Danzig a la influencia de su propia biografía. Emblemáticos serán en este aspecto, sus dos fracasos más sonados. El primero fue el fiasco editorial de El mundo como voluntad y representación (1818), obra cenital de su bibliografía y cuyos ejemplares se acabaron vendiendo al peso como papel para reutilizar. El segundo de estos fracasos de los que hablo, quizá el más rotundo por lo simbólico del asunto, le sobrevino cuando, en su ánimo por competir con Hegel, decidió poner sus clases a la misma hora que el filósofo de Stuttgart (pues ambos coincidieron en la Universidad de Berlín durante un tiempo). El resultado fue desastroso, ya que Hegel, en la cumbre de su popularidad por aquel entonces, acabó por vaciar de estudiantes el aulario donde impartía clases su enervado rival.

Más allá de lo anterior, la teoría sobre el dolor del mundo, sobre el sufrimiento inherente a la condición humana, que plasmó Schopenhauer a través de sus obras, bebe, entre otras influencias, de la filosofía oriental (hinduismo y budismo). Una tradición de pensamiento hasta entonces denostada debido a la soberbia etnocentrista de la intelectualidad europea. Es precisamente su profundo conocimiento de la religión budista y de la cosmovisión pesimista de las religiones orientales, lo que le hace plantearse qué y quiénes sufren y, por tanto, qué y quiénes han de merecer respeto y consideración.

Es aquí donde Arthur Schopenhauer adquiere una originalidad que sorprende a todos aquellos que no habíamos profundizado convenientemente en su obra. Si lo esencial de la vida del hombre es el sufrimiento causado por el cruce de voluntades inherente a la sociabilidad, no es menos cierto que, para Schopenhauer, la estructura fisiológica de buena parte de los animales hace que, como sujetos dolientes, deban merecer la misma consideración que el hombre, pues todas las especies con capacidad para sentir dolor viven hermanadas por esa (para él) primigenia condición.

De ahí que, por ejemplo, podamos encontrar un texto como el siguiente en Los dolores del mundo: La piedad, única base de la moral, nace del sentimiento de la identidad de todos los hombres y de todos los seres y debe extenderse a los animales.

Y es que Arthur Schopenhauer, ese empedernido vegetariano, puede considerarse como uno de los primeros defensores de una ética biocentrista muy en consonancia con el veganismo. Toda una sorpresa, lo repetimos, para los que supimos de él a través de la lectura de los manuales de historia de la filosofía, donde poco (o nada) se dice del pensamiento animalista del filósofo de Danzig. Un motivo más para descubrir su estimulante obra.

miércoles, 26 de enero de 2011

El extrañamiento

El extrañamiento del etnógrafo no supone sólo un acercamiento fragmentario a otras formas de comprender y realizar el mundo. La sensibilidad hacia esas imágenes en negativo, es decir, hacia lo que no forma parte de lo esperado desde nuestros esquemas culturales, constituye la columna vertebral de la interpretación etnográfica. Esos aspectos de la vida social que no encajan en nuestra visión corriente de las cosas son los que nos hablan de la cultura "objeto" como un entramado de reglas propias, cuya existencia y relaciones nos esforzamos en reconocer. Uno de los objetivos de la etnografía es mostrar la razonabilidad de ese mundo a primera vista extraño, presentándolo como una realidad inteligible.

- En La lógica de la investigación etnográfica, de Honorio Velasco y Ángel Díaz de Rada (Editorial Trotta, Madrid: 2004).

sábado, 15 de enero de 2011

La biblioteca del MIL

Escribo sobre el MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), teniendo como referencia un libro, el único que he leído sobre ellos. Se trata de El MIL: una historia política, muy recomendable para los interesados en la historia del movimiento autónomo y sus luchas durante la Transición. Hoy escribo sobre ellos porque he encontrado una página que me parece un tesoro, sobre todo porque nos permite acceder directamente a documentos como el que tenéis ahí arriba (pincha en la imagen para ampliar), nada menos que el proyecto de creación de una biblioteca política al servicio "de la clase". Echándole un ojo a este documento nos podemos hacer una idea de qué era el MIL y por dónde iban los tiros (nunca mejor dicho). Su concepción de la lucha armada era profundamente antivanguardista y entendían la organización obrera de manera amplia, más allá de siglas y grupúsculos. Apostaban por la autoorganización de un sujeto político, el proletariado, al que creían capaz de superar las divisiones ideológicas en base a la política de asambleas. Aspiraban a que fueran los mismos trabajadores quienes se dotaran de una organización armada que no fuera ajena a la clase y cuyo carácter fuera, antes que todo, anticapitalista, despreciando la lucha por la democracia (a la que consideraban la forma política soporte del capitalismo en la sociedad postindustrial) o la emancipación nacional. Nos encontramos así con una organización que, por un lado, se separa tanto en la forma como en el fondo de otros grupos armados de carácter marxista-leninista (ETA, FRAP, GRAPO) que asumen la idea de vanguardia y trabajan desde fuera del movimiento obrero, pero que, por otro lado, desprecia las estructuras organizativas del anarquismo clásico (forma sindicato, forma grupo de afinidad), entre otras cosas porque el MIL y el movimiento autónomo beben más del marxismo heterodoxo (consejista sobre todo) que del anarquismo.

Aquí
está la página de la que os hablo.
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