sábado, 18 de julio de 2009

Una visión diferente del progreso, de David Noble


Hace poco tuve la oportunidad de leer el libro de David F. Noble titulado Una visión diferente del progreso, de Alikornio Ediciones. Para los que hemos estudiado (por decir algo) historia es gratificante ver como gracias a autores como John Zerzan o David Noble se empieza a arrojar una luz distinta sobre el movimiento luddita.

Estos dos autores, enfrentándose a la historiografía marxista que nos decía que los ludditas, los destructores de máquinas, no eran sino unos “locos descerebrados con muy buenas intenciones”, nos resitúan a los trabajadores antimaquinistas en su contexto y nos dan las claves para ver con otros ojos la valiente y estratégica radicalidad de su protesta. En este sentido, y bajo la mirada, sobre todo de Noble, escasa de prejuicios y atenta de estos dos investigadores, el movimiento luddita cobra nuevas dimensiones, apareciendo así como una marea espontánea de radicalismo asambleario que, por un lado, choca violentamente contra patrones, policías y militares británicos y, por otro, desenmascara a líderes advenedizos y políticos progresistas más interesados en recuperar para el capital la protesta que en apoyar sin condiciones las demandas de los trabajadores.

Una nueva visión que, vertiendo luz sobre las sombras de las historiografías maduras, se encarga de poner sobre la mesa las características fundamentales que estructuraban todo este movimiento y que no eran sino las siguientes:

1) La violencia sistemática contra los telares y maquinarias que les arrebataban el empleo y deshumanizaban sus modos de vida tradicionales, indisolublemente ligados a la vida del taller, donde los trabajadores tenían mucha más capacidad de controlar la producción y los ritmos de trabajo que en la fábrica mecanizada.

2) La acción directa y la horizontalidad asamblearia que les enfrentó a los líderes obreros pactistas y políticos de los que hablamos antes (y supuestamente interesados en hacer oír la voz de los antimaquinistas).

3) El federalismo espontáneo que les llevó a la coordinación de acciones ofensivas (quema de telares, sabotaje premeditado de fábricas y maquinarias, etc.) y defensivas (autodefensa armada contra las tropas del gobierno enviadas a sofocar la rebelión).

Tres características que, como decíamos, estructuraron un movimiento que logró mantener en jaque a todo un ejército fogueado en mil guerras coloniales y que no pudo ser derrotado sino mediante la estrategia recuperadora del gobierno; una estrategia que pasó por la legalización de los sindicatos obreros y la infiltración policial, y a la que, no lo olvidemos, se le sumó una campaña represiva sin precedentes que condujo a la muerte y el exilio a miles de trabajadores y trabajadoras.

Así, ¿quiénes son los ludditas en pleno siglo XXI? Parece que ya no tanto esos locos de los que nos hablaban las miríadas de historiadores que se hacían eco de la voz de Hobsbawn y compañía. Radicalidad estratégica, acción directa y federalismo parecen estar en la base del movimiento antiautoritario de ahora y de siempre, abuelos así, o eso nos parece, de la primera AIT, el anarquismo de clase, el movimiento autónomo y, como reconoce el Zerzan, el mismo primitivismo.

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