sábado, 24 de septiembre de 2011

La cocina del hambre se va a zampar mi blog


Tr(a)nshistoria, mi particular historia disidente y periférica, es muy de fin de semana medianamente libre. Y la verdad es que se está convirtiendo en un blog de historia menos periférica de lo que yo esperaba, entre otras cosas porque siempre ando metido entre papeles viejos de aquí y no de allá, papeles llenos de polvo que se te mente entre la ropa y pica una barbaridad. Por eso este blog, lo que se cuenta en él, está condicionado ya no solo por las lecturas azarosas que recalan en mis manos sino por mi propio trabajo. Precisamente de algo relacionado con el mismo quería hablaros hoy. Hace poco cayó en mis manos una cartilla de racionamiento de las que se expedían en la posguerra española. Era uno de los instrumentos básicos para el control del abasto público durante los años de la llamada autarquía econónima, concretamente los primeros años del franquismo. A partir de ahí me planteé la idea de escribir algo y el título fue lo primero que apareció: La cocina del hambre: Jaén durante la posguerra inmediata (1939-1945).

El artículo, que espero colgar algún día aquí después de que sea leído como comunicación en unas jornadas, se centrará en las consecuencias que el hambre tuvo en la población giennense. Consecuencias, sí, porque el trabajo histórico sobre las causas del mismo (autarquía, estraperlismo, estancamiento de la producción agraria, sistema de control social) está muy desarrollado y me interesa menos. También utilizaremos entrevistas a los que entonces eran niños de posguerra y algunos artículos más que interesantes elaborados desde la perspectiva de la antropología de la alimentación. Si no sabéis de qué demonios estoy hablando cuando hablo de antropología de la alimentación, aquí tenéis un adelanto: Bueno para comer, bueno para pensar. ¡Buen provecho!

2 comentarios:

Roque dijo...

Más que interesante, Juan, como siempre. No conocía esa edición del CSIC. Quién lo diría.

aurora boreal dijo...

Que interesante el podcast de "bueno para comer, bueno para pensar". Hay que ver lo que da de si algo tan esencial y cotidiano como la comida...Para pensar, desde luego que si.

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