El viajero antropológico se encuentra en la posición opuesta. Durante lo que parece un período de tiempo extraordinariamente largo, permanece aislado en otros mundos, donde se plantea problemas cósmicos y envejece de forma considerable, para regresar y descubrir que tan sólo han pasado unos meses. La bellota que plantó no se ha convertido en un árbol, apenas ha tenido tiempo de sacar un débil brote, sus hijos no se han vuleto adultos y únicamente sus amigos más íntimos han notado su ausencia.
Además, resultamente ciertamente insultante comprobar lo bien que funciona el mundo sin uno. Mientras el viajero ha estado cuestionando sus creencias más fundamentales, la vida ha seguido su curso sin alteraciones. Los amigos siguen coleccionando cazuelas francesas idénticas y la acacia del fondo del jardín sigue creciendo esplendidamente.
El antropólogo que regresa a casa no espera una bienvenida de héroe, pero la frialdad de algunos amigos parece excesiva.
- De El antropólogo inocente, Nigel Barley (Anagrama. Barcelona: 1989).
No hay comentarios:
Publicar un comentario