La fuga del penal de San Cristóbal quizá
sea uno de los intentos de evasión de presos más masivo de la historia y a día
de hoy es un episodio prácticamente desconocido de la Guerra Civil Española.
El penal de San
Cristóbal es una impresionante fortaleza excavada en las tripas de un monte
cercano a Pamplona. Durante la
Guerra Civil, controlada toda Navarra por el ejército nacional, la prisión dio
cabida a más de dos mil presos
procedentes de la zona republicana, casi todos militantes de organizaciones de
izquierda y libertarias. Las condiciones de salubridad eran penosas y la vida a
la que eran sometidos los prisioneros era terrible. Precisamente por lo
anterior, un grupo de prisioneros tramó minuciosamente un plan para orquestar
una fuga masiva. Se cuenta que los presos utilizaron el idioma esperanto, habitual en los círculos
anarquistas de la época, para poder comunicarse sin levantar sospechas.
Sin embargo, el plan
no salió tan bien como cabría esperar… El 22
de mayo de 1938, a la hora de la cena, un grupo de reclusos desarmó rápido
y de manera inteligente a varios guardianes. Poco después, la libertad de
movimientos de un grupo mayor de presos, permitió liberar otras zonas del
penal, poniendo finalmente en libertad a todos los reclusos. Desgraciadamente,
un soldado que se dirigía al penal se dio cuenta de lo que estaba pasando y dio
la voz de alarma.
Al poco tiempo,
varios camiones se apostaban en la puerta del penal e impedían la salida de más
de mil quinientos presos. Eso suponía que más de setecientos presos debían ser
cazados como ratas antes de que lograran escaparse y cruzar la frontera con
Francia.
A partir de
entonces, se desencadenó una feroz
cacería que causó la muerte de más de 200 presos y la detención de otros
500, que fueron tratados a partir de entonces con una dureza inimaginable. Solo
tres presos lograrían escapar. Su
historia, hace poco novelada, se desvanece con el paso del tiempo, tomando un
cariz mítico que, pensamos, no les hace justicia.
- En el número 6/10 de COTARRO.